Salvo en días o noches de tormenta, las aguas del río Pisuerga discurren al ritmo del viento y con total serenidad a su paso por Melgar de Fernamental. La tierra milenaria reconvertida en municipio allá por los 70 ha sabido aprovechar el potencial de tan indispensable elemento para sacar partido a sus encantos turísticos, que no son pocos. Ahora, con el verano ya instalado en la provincia -al menos en teoría si el tiempo lo permite-, la pesca se convierte en un recurso de primer nivel para todos los públicos, desde familias al completo hasta cuadrillas de amigos pasando por los amantes de la caña y el sedal.
Con la adhesión de Melgar a la ruta de Las Cuatro Villas de Amaya, el pueblo iniciaba una nueva y prometedora etapa cuyo punto de partida arrancó a finales de noviembre del año pasado con la inauguración del centro de interpretación Pisórica. El complejo abrió sus puertas más tarde de lo previsto por una serie de problemas relacionados con la filtración de aguas. Aún así, la espera mereció la pena. Sobre todo para el grupo de escolares que ‘cortaron la cinta’ el día del estreno para pescar sus primeras truchas arcoiris en una pequeña laguna junto a la arboleda de la ribera del Pisuerga.
El apartado práctico de la instalación se complementa con un centro de aprendizaje y diversión para que los asistentes descubran, con todo lujo de detalles, la historia de la pesca y la evolución de las diferentes técnicas que el ser humano ha diseñado a lo largo de los siglos para alimentarse. Para ello, el inmueble se sirve de las nuevas tecnologías y de dos entrañables personajes, Fer y Pisórica, que se encargan de amenizar una visita inolvidable que, al mismo tiempo, inculca valores de respeto y conservación del hábitat natural que nos rodea.
La llegada de este centro de interpretación ha supuesto un importante revulsivo, pero no es el único aliciente para esta majestuosa localidad de la comarca Odra-Pisuerga cuyos orígenes datan de la época romana, cuando la extinta ciudad de Dessobriga se asentó entre las provincias de Burgos y Palencia, concretamente entre Melgar, Osornillo y Osorno la Mayor. En esa zona se asienta precisamente la Vía Aquitania, uno de los ramales del Camino de Santiago que discurría por la antigua calzada romana. Al mismo tiempo, el municipio se integra en el Camino Lebaniego Castellano, menos conocido que la Ruta Jacobeo pero con más de 500 años de historia a sus espaldas.
Con el paso de los siglos, Melgar fue conformando su propia identidad bajo la batuta de los Reyes Católicos, Carlos I, el duque de Lerma o Fernando VII, encargado de agilizar las obras del Canal de Castilla privatizando su construcción, que se pospuso hasta 1849, con Isabel II al frente, por culpa de la guerra. El levantamiento de esta importante infraestructura supuso un antes y un después para la población, que se benefició del transporte de trigo y otros productos por aguas del Pisuerga.
El Canal de Castilla quedó completamente obsoleto tras la llegada del ferrocarril. Sin embargo, esa costosa obra que tanto costó sacar adelante acabó convirtiéndose en un elemento de atracción turística gracias al barco San Carlos de Abánades, que volvió a surcar las aguas del río en abril del año pasado tras una etapa de incertidumbre y paralización de este recurso por su escasa rentabilidad económica. Afortunadamente, el San Carlos ha resurgido cual Ave Fénix de sus cenizas para establecer una alianza estratégica y vital con Pisórica.
Dejando a un lado su entorno natural, las calles de Melgar tienen mucho que ofrecer al visitante. Sobresalen, sin lugar a dudas, los templos religiosos. En este apartado, la joya de la corona es la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora -Bien de Interés Cultural (BIC) por la Junta de Castilla y León en 1992-, aunque tampoco desmerecen en absoluto el santuario de Zorita y la ermita de San José, ambas fuera del casco urbano y vecinas de la Iglesia de San Lorenzo Mártir, asentada en la pedanía de San Llorente de la Vega.
De vuelta al núcleo urbano, conviene detenerse y conocer si es posible los señoriales edificios de la villa, empezando por la Casa Consistorial, cuyo estilo plateresco y sobriedad arquitectónica confieren mayor elegancia si cabe a la Plaza de España. También destaca, por su noble traza con piedra de sillería, la Casa de los Palazuelos, reconvertida en museo etnográfico municipal bajo el nombre de ‘Pilar Ramos de Guerra’ y a escasos metros de la denominada Casa del Cordón, que acoge en su interior el Salón de Teatro Patronato Rodríguez de Celis, cuyos orígenes se remontan a mediados del siglo XVI.
Para completar la visita, lo ideal es adentrarse en la gastronomía local, tradicionalmente consistente para procurar energías a los habitantes de un pueblo eminentemente agrícola a lo largo de su historia. Obviamente, los productos derivados de la matanza continúan muy presentes en el municipio. El plato estrella, fruto de esta práctica clásica y necesaria en el medio rural, es el cocido de garbanzos y sus múltiples ingredientes. Tocino, carne de oveja ‘machorra’, costillas o morcilla nunca faltan en una propuesta culinaria que a nadie deja con hambre.
Fuente de la noticia y fotografía: El Correo de Burgos