Entre las provincias de Palencia, Valladolid y Burgos discurre un canal de 207 kilómetros construido a pico y pala entre 1753 y 1849. Esta espectacular obra de ingeniería civil fue recorrida en su momento de mayor apogeo por 400 barcazas de entre 27 y 52 toneladas e impulsó el desarrollo económico de la zona, provocando el surgimiento de fábricas o nuevas poblaciones. Hoy es un increíble recurso turístico que se puede recorrer y navegar.
Desde sus orígenes, Castilla tuvo una obsesión: salir al mar. Rodeada de fuertes cadenas montañosas y con unas deficientes vías de comunicación, esta región española fantaseaba desde el siglo XVI con una red fluvial que salvara su aislamiento. El sueño se hizo realidad en la Ilustración, pero apenas un siglo después la llegada del ferrocarril acabó con la ilusión de llegar a la costa. Hoy la mayor obra de ingeniería civil del siglo XVIII es un recurso turístico admirable con más de 200 kilómetros de canales construidos «a pico y pala» a lo largo de tres provincias de Castilla y León, diferentes recorridos navegables, visitas a las fábricas que surgieron en su época de mayor esplendor, actividades al aire libre y una magnífica oferta gastronómica. Bienvenidos al Canal de Castilla.
Bajo el reinado de Fernando VI, y a instancias del Marqués de la Ensenada, el ingeniero Antonio de Ulloa diseñó los estudios preliminares de este ingenio hidráulico después de viajar a Francia y ser asesorado por el ingeniero francés Carlos Lemaur. La idea no era nueva: existen proyectos de la época de Fernando el Católico y Carlos I en los que se discutía la necesidad de hacer navegables los ríos de la submeseta norte para facilitar el transporte de productos agrarios. Sobre todo, interesaba comerciar con los excedentes de los cereales, cuyos precios se disparaban el transportarlos por carretera hasta el punto de que eran menos competitivos que el grano extranjero.
En el llamado Siglo de las Luces el proyecto logró cristalizar gracias a los avances técnicos y la fe en el progreso. El visionario Zenón de Somodevilla y Bengoechea, primer marqués de la Ensenada, consejero de Estado –y responsable de una intrincada red de espionaje por toda Europa– durante los reinados de Felipe V, Fernando VI y Carlos III, propuso al segundo construir una red de canales que cruzara toda Castilla, desde Santander a Segovia y, posteriormente, Madrid, para articular el territorio y favorecer el desarrollo económico. Para lograrlo, envió al mencionado Ulloa a investigar las tecnologías hidráulicas de los vecinos, lo que hoy llamaríamos espionaje industrial, y después de dos años propuso su Proyecto General de los Canales de Navegación y Riego para los Reinos de Castilla y León.
“Es un sueño de la Ilustración y al final esa gente no solo soñaba, sino que también creaba”, cuenta el guía Alfonso Guerra en una visita organizada por Destino Divino al Canal de Castilla dentro del Alfonso de Ulloa, barco de recreo bautizado como el insigne ingeniero que hoy navega desde la dársena de Medina de Rioseco, que cuenta con un centro de recepción de viajeros,. “Lo que nosotros soñamos ahora lo dejamos a nuestra imaginación. Pero lo más admirable del Canal de Castilla es que Antonio de Ulloa ve los canales de París, lo plasma y lo diseña, y arquitectos e ingenieros navales lo ejecutaron. Y aquí estamos. Es algo idílico”, narra en una soleada tarde en la que explica la historia del lugar y los múltiples usos que tuvo.
Las obras de este grandioso proyecto se iniciaron el 16 de julio de 1753 en Calahorra de Ribas (Palencia) y finalizaron en 1849 en Medina de Rioseco (Valladolid). En el proyecto inicial se contemplaba la construcción de cuatro canales, que unirían Segovia con Reinosa (Cantabria), con la intención de, en un futuro, atravesar la Cordillera Cantábrica y poder llegar al mar por el puerto de Santander. Pero las sucesivas bancarrotas del Estado, la cólera y las guerras, primero la de Independencia y luego las Carlistas, fueron retrasando el proyecto y reduciendo sus dimensiones hasta su acabado final.
207 kilómetros de canales y caminos a pico y pala
Con una anchura que varía entre los 11 y los 22 metros y una profundidad de metro y medio en el recorrido regular y dos metros y medio en las dársenas, el Canal de Castilla discurre en tres ramales que forman una Y invertida a lo largo de 207 kilómetros por las provincias de Palencia, Valladolid y Burgos, superando un desnivel total de 150 metros. El ramal norte, de 75 kilómetros, toma sus aguas del río Pisuerga, en Alar del Rey, y finaliza en el río Carrión, en Calahorra de Ribas. El Ramal de Campos, de 78 kilómetros, transcurre entre en la mencionada Calahorra de Ribas y sigue hasta Medina de Rioseco. Por último, el Ramal Sur, de 54 kilómetros, comienza en la bifurcación del Ramal de Campos en Serrón y termina en Valladolid.
“En un primer momento vienen trabajadores contratados, pero la mano de obra no avanzaba todo lo que debiera, así que pedirán ayuda a militares. También vendrán algunos presos para quitarse algo de pena y los propios vecinos de Rioseco porque sabían que si el Canal llegaba hasta su destino generaciones venideras tendrían la oportunidad de poder vender su cereal, su vino y sus lanas merinas”, señaló Guerra sobre la triada de productos castellanos a exportar. Importante destacar que los 207 kilómetros de canales y los caminos de subida y bajada a ambos lados se construyeron “a pico y pala”, como no se cansó de repetir el guía.
En 1792, cuando todavía no había concluido toda la construcción, comenzó la navegación comercial por el Canal. A medida que se iba avanzando en la construcción se fue inundando para utilizarlo cuanto antes. Entre estas actividades se encuentran la navegación, la fuerza hidráulica que aprovecharon molinos y fábricas, el regadío y la pesca por parte de la Compañía del Canal de Castilla, empresa privada que, cuando el Estado vio que no podría concluir su emprendimiento, se encargó de finalizar las obras a cambio de la explotación económica durante un periodo de 70 años.
Hasta 400 barcazas de entre 27 y 52 toneladas recorrieron en Canal
La navegación en el Canal de Castilla alcanzó su máximo apogeo en la década comprendida entre 1850 y 1860. En este momento, el tráfico de barcazas rondó la cifra de las 400. Aunque la mayoría se dedicaron al transporte de mercancías, hubo cuatro diligencias diarias encargadas de portar pasajeros desde Valladolid a Palencia.
Las barcazas navegaron en un principio movidas por un sistema combinado de arrastre y vela, pero con el paso del tiempo sólo se mantuvo el arrastre mediante caballerías como fuerza motriz. Según contó Guerra, las barcazas solo podían circular de día y admitían entre 27 y 52 toneladas de carga, principalmente cereales, carbón, textiles y productos de ultramar. Además, a lo largo del recorrido fueron emergieron nuevas poblaciones, molinos, acueductos, astilleros y esclusas.
Inventadas por Leonardo Da Vinci, las esclusas fueron perfeccionadas en el Canal de Castilla para salvar los 150 metros de altura que separan los puntos más alto y más bajo. Estos ascensores hidráulicos son básicamente un recinto con compuertas que mediante el llenado o vaciado del espacio suben o bajan las barcazas a la altura deseada. El Canal cuenta con cerca de 50 esclusas, muchas de ellas correlativas para superar profundos saltos, que a su vez generaban la energía hidráulica antes señalada. Y según aseguró Guerra fueron el modelo a seguir en el Canal de Panamá. “Es el mismo sistema que diseñó Antonio de Ulloa, pero con trasatlánticos”, afirmó el guía.
Más allá del espectacular paisaje, que es su extenso recorrido presente tantas formas como espacios recorre, Guerra dirigió la vista de los visitantes a otra forma de aprovechamiento del Canal todavía en uso. “Como podéis ver hay bocanas de riego por todo el recorrido que abastecían 50.000 hectáreas de territorio”, comentó.
El final de Canal de Castilla
La apertura de la línea férrea Valladolid-Alar del Rey, con un trazado casi paralelo al del Canal de Castilla, provocó el desuso y el cierre definitivo de la navegación en 1959. No obstante, su cauce sigue regando 45 poblaciones. La Confederación Hidrográfica del Duero administra hoy este Bien de Interés Cultural, un enorme recurso turístico que promocionan tanto la Junta de Castilla y León como las diputaciones de las provincias que baña. En Valladolid y, más concretamente, en Medina de Rioseco, donde realizamos nuestra visita, se puede visitar también la Fábrica de Harinas San Antonio, en funcionamiento hasta 1999.
Fuente de la noticia: The further
Fuente de la fotografía: Vía Araceli González para The further, presidenta de la Asociación ADECO-Canal de Castilla. Esclusa cuádruple de fromista.